(escritura lírica a partir de 'un hotel con mi nombre', de cecilia pavón)
ya no
agitás el cuerpo como en aquella fantástica pura y negra noche de
marzo
en la
que su estatura digna de un retrato de general con sable
-con
sable de zinc alto hasta el techo de un depósito donde yace entre
tantas porquerías de /trastero-
cuando
y donde te cortó en doce partes doce frutos negros
doce
pedazos de espejo que podrían surcar el mundo y como abejitas
diligentes
sembrarle
esa verdad de abismo que sin la más mínima delicadeza defiende tu
mirada
no te
importaron los volados de tu traje enredados en las escalinatas como
guirnaldas
como si
hubieras estado de fiesta
como si
un temporal de colores te hubiera podido salvar de los pantanos de
los hombres
ni las
heridas desprolijas en tu carne (huecos sangrientos) que
fueron
dejando pistas húmedas para que al final se pudiera rodear la casa
envejecida
la casa
de alacenas saturadas de adornos destrozados y de cristales
enmugrecidos de tierra /seca
nadie
te socorrió diste mil vueltas gritando y lamentándote como las
brujas en pleno /aquelarre
te
revolcaste sobre sillones apolillados y mesas desvencijadas
revoleaste hasta los /manuscritos
más
amados -porque igual siempre supiste que serían cenizas o bien droga
pero dinero /nunca-
caíste
arrodillada en medio de las cosas igual que una perra descansando en
un claro
en un
zanjón a pocas cuadras diste las últimas dos pataditas
en
estado de gracia y cubierta de agua y bendecida
un
delfín sin teléfonos ni razones para usar teléfonos
después
de que él te mirase de esa manera tonta como un extraño como otros
él sin
su anillo te viese él y corriera como nunca lo había hecho
sin
efectos deportivos performáticos sin galanura
conteniendo
el aire con ira saliéndose de su ropa separándose del suelo una
flecha
miserable
que no sigue trayectoria y apenas acaricia la cuerda tensada
caminando
ya yéndose desleído
sin
querer saber -esto no baja y sin pastillas efervesce- que quiere
seguirte al fondo de la /tarde
en la
que te quedaste y de la que ya no viniste
excepto
un día cuando
yo
tuve
que elegir -entre corazones y diamantes- algún palo rojo para jugar de
nuevo
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