girar la cabeza y ver
a la izquierda y con toda claridad
una gran ventana que da un patio
interno
o a una pared revestida de hiedras
o a algún espacio poblado de verde o
amarillo reverdecido
como líquenes en abundante disposición
como una selva de diseño e inexperta
pero alta ya
y hasta con sonido de fuente o de
cascada y quizás también
la sensación vaga del rocío y de la
sombra
al volver a tornar hacia aquel
cuadro refrescante encerrado en una
pecera
ya no estaba
no fue ver sino creer ver
sí había lo que correspondía a la
verdad
la verdad vista no de costado sino de
frente
la cuadrada verdad negra y
electrodoméstica
la esquina de una habitación común
la mirada común de unos ojos abiertos
de verdad
sin el titubeo de entrecerrarse
y ver ilusiones mendaces
(como la de pensar que por haber tenido
un espejismo
se puede escribir algo certero acerca
de él)
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